25.08.2007 s3r raRØ ·110·
Tuvo la suerte de encontrarse con un propietario que lo adoraba.
Era un sujeto que jamás se olvidaba de darle cuerda, disfrutando del sonido de hacer correr lenta y cuidadosamente las cadenetas, dejando siempre los contrapesos en forma de piña a la altura de su cara; uno para el reloj, uno para el cuco…
Pero el pobre hombre era incapaz de dormir con sus tic-tac y con las intempestivas salidas matinales de su pajarito de madera. Así que por las noches lo paraba, para volver a ponerlo en marcha a la mañana siguiente.
Sin embargo había algo que le inquietaba. Persona sensible como era, tenía la sensación de que el reloj se quejaba, de que no le gustaba que diesen vueltas a sus manecillas para ponerlo en hora después de toda la noche detenido. Alguna vez se le llegaron a caer y el hombre tuvo que ponerlas otra vez en su posición en la esfera.
Y uno de esos días en que se quedó con el minutero en la mano, lo miró con determinación y se dijo a sí mismo: “No te forzaré más. Jamás te volveré a poner en hora”. Y, con infinito cuidado, colocó la manecilla en su lugar, y nunca, nunca más volvió a tocar la esfera.
Y cada mañana Kuko esperaba con placer el golpecito que ponía en marcha su péndulo en forma de hoja de arce, dejándose estirar las cadenetas con deleite. No les importaba la hora. El cucú salía cuando le venía en gana, desconcertando a las visitas. Estaba el pájaro mecánico tan agradecido por su libertad que, cuando nadie le veía, guiñaba un ojo al cantar siete.
Su dueño no lo sabe, pero Kuko le quiere con locura. Le hubiese querido igual aunque le forzase la esfera. Sabía que era una buena persona. Pero ese día, el “Día de la manecilla”, le convirtió en el mejor amo posible.
Era el reloj de pared más satisfecho del mundo, un verdadero privilegiado.
26.09.2006 s3r raRØ ·107·
-viernes, 11 agosto 2006-
Entre los libros que me he llevado estas vacaciones se ha producido una curiosa coincidencia de titulares.
Sin darme cuenta he metido en mi maleta "La velocidad de la oscuridad", de Elizabeth Moon, y "La velocidad de la luz", de Javier Cercas.
Si será por velocidades...
Estaba terminando el primero. Me lo regalaron unos buenos amigos, sabedores de mi gusto por la ciencia ficción, aunque no estoy seguro de que sea una obra que se pueda enmarcar dentro de este género. Se sitúa en un no muy lejano futuro y describe un momento crucial en la vida de un autista, desde su propio punto de vista. Buena novela pero de decepcionante final, como me está ocurriendo en casi todas las películas y libros americanos últimamente. No sé explicar por qué. Igual es que no existen demasiados finales. Debe costar encontrar uno bueno. Yo tengo la teoría de que al provocar tanto interés en el nudo de la novela, se crea tanta expectativa, se pone tan alto el listón que resulta insuperable. Las universidades americanas, tan especializadas ellas, deberían crear una carrera de "finalismo", a ver si lo arreglaban.
Voy a leer el de Cercas, a ver qué tal. Luego os digo algo...
-domingo, 13 agosto 2006-
Lo siento, me he enganchado a "Matadero Cinco", de Kurt Vonnegut. Está delicioso. Luego pillo el de Cercas, ¿vale?
-miércoles, 23 agosto 2006-
Me he columpiado un poco, je, je. Las vacaciones… Ya lo empiezo, ya lo empiezo…
-martes, 5 septiembre 2006-
Pues nada. Libros que hablan de escritores que explican cosas de la guerra. No me pone mucho. Si no llega a ser por la coincidencia de títulos igual ni lo empiezo.
Halapues.
19.09.2006 s3r raRØ ·106·
(Confesions d'un llimoner suïcida)
(… ni limón, ni limonero…)
Passa de vegades. De fet passa gairebé sempre. Els humans tenen la punyetera mania de posar arbres i plantes allà on no toca. I després reputegen perque no els hi viuen. A mi em va passar el mateix.
Us preguntareu… què fa un llimoner a la muntanya?
Passar fred, com un cabró.
No, de debò. Aquí l'hivern gela. I no para de ploure, que se'm podreixen les arrels. I fa boira, que no em toca el sol fins al migdia. Tot just quan començo a agafar la caloreta, se m'amaga al darrera de qualsevol turó. Tan malament ho passo que a l'arribada de l'estiu estic tan moix que m'han de pelar tot. Em quedo amb dues branques i tres fulletes miserables. Aleshores he de sentir tot allò de "quina llàstima que fa", "amb la de calers que ens va costar", "amb aquest, més que fer suc, farem llenya" o "malparit de jardiner, com ens va enganyar amb aquesta fustota", com si el jardiner tingués la culpa dels espatarrants coneixements de botànica dels amos! Si haguessin plantat un pi, un pollancre o un garrofer tampoc tindrien llimones, però, coi, tindrien un arbre!
No em consola gens veure com pateix al meu costat una figuera, que més que un arbre sembla un disseny postmodern de farola. Si hi poséssim a l'altre costat un taronger o una morera faríem una reproducció perfecta de la crucifixió: Crist i els dos lladres.
L'hivern passat em vaig voler morir. Hi vaig posar empeny, però sóc refotudament resistent, ves per on!. Ara diuen que em volen fer passar el proper hivern tapat amb un plàstic, com si fos un llibre de l'escola. Per si no en tenia prou, ara no volen ni que respiri.
Ja us ho he dit abans; coses dels humans. Tan bé que viuria jo a la plana valenciana!
Si fos per mi, si això de donar fruits no fos un acte involuntari, no veien una llimona a les meves branques ni de conya! Millor encara, enlloc de llimones donaria prunes, a veure si cagaven una miqueta.
Llimoner
19.09.2006 s3r raRØ ·106bis·
(Confesiones de un limonero suicida)
(... ni limón, ni limonero...)
A veces pasa. De hecho pasa casi siempre. Los humanos tienen la insana costumbre de plantar árboles donde no deben. Y después se cabrean porque se les mueren. A mí me pasó.
Os preguntareis... ¿qué hace un limonero en alta montaña?
Pasar frió como un cabrón.
En serio. Aquí en invierno te hielas. Y llueve tanto que se me pudren las raíces. Y la niebla no deja ver el sol hasta el mediodía; justo cuando empiezo a entrar en calor se esconde detrás de cualquier montaña. Lo paso tan mal que cuando llega el verano estoy tan decaído que me tienen que podar enterito. Me quedo en dos ramas y tres hojas miserables. Entonces tengo que oír todo aquello de "qué penita da", "con la pasta que nos costó", "con éste haremos más leña que zumo" o "cabrón de jardinero, cómo nos engañó con este madero", ¡como si el jardinero tuviese la culpa de los inagotables conocimientos de botánica de mis amos! Si hubiesen plantado un pino, un chopo o un algarrobo tampoco tendrían limones, pero ¡joder, tendrían un árbol!
No siento ningún consuelo al ver cómo sufre la higuera de al lado, que más que un árbol parece una farola de diseño posmoderno. Ponemos al otro lado un naranjo o una morera y ya tenemos una reproducción perfecta de la crucifixión: Cristo y los dos ladrones.
El invierno pasado me quise morir. Puse empeño, pero soy jodidamente resistente, ya ves. Ahora quieren hacerme pasar el siguiente envuelto en un plástico, como si fuera un libro del cole. Por si no tenía ya bastante, ahora no me dejarán ni respirar.
Os lo dije antes; cosas de los humanos. ¡Con lo bien que estaría yo en la huerta valenciana!
¡Si por mí fuera, si esto de dar frutos no fuera un acto involuntario, no veían un limón en mis ramas en su puta vida! Mejor aún, en lugar de limones daría ciruelas, a ver si cagaban un poquito.
Limonero
Cuento escrito originariamente en catalán
05.05.2006 s3r raRØ ·104·
Pasa a veces.
Que alguna de esas luces que llevan eones vagando por el espacio, a las que nada les satisface, a las que nada les importa, les da por enamorarse de algo que encuentran en su aparentemente recto camino.
Solemos pensar que la luz es imbécil.
Nada más lejos de la realidad. Ni imbécil ni única. Son muy listas, las luces. Pero es que van deprisa y les da pereza detenerse a captar cosas. Y como ya las captan a ellas, para qué se van a preocupar...
De hecho fue una luz la que acuñó la conocida frase "la sabiduría me persigue, pero yo soy más rápida".
Andaba yo un día captando luces oscuras cuando vi una con un comportamiento curioso. Era de las mediocres, de las que por el día ni siquiera se aprecian. Pero tenía un brillo extraño, una dirección más recta que de costumbre y parecía acelerada. Olía a enamorada.
Vino tan desde lejos, tanto, que por un momento pensé que se trataba de un ataque alien, del temido holocausto extraterrestre de las películas.
Pero no. Era sólo esa luz, que se había enamorado de una torre en construcción que hay en mi barrio. Apartó a todas las demás luces que encontró en su camino, aprovechó los agujeros de la inacabada obra y se metió dentro.
Y allí se quedó.
Hace tiempo que terminaron la torre pero ella aún no se ha decidido a continuar su camino. Algunas noches se la puede ver, descomponiéndose en colorines. Quizás no sea una gran luz, pero parece contenta.
Contenta ella, y la torre también.
Lo que pilló mi captador
de luces oscuras...
05.04.2006 s3r raRØ ·103·
Era un verano largo, seco y duro.
Vino cogiendo carrerilla desde febrero y saltó sin contemplaciones por encima de la primavera.
-Menos trabajo este año -se consoló la superada estación.
Los plátanos de la ciudad, sedientos y hartos de tantos meses seguidos de calor, decidieron que ya había llegado el otoño y, aprovechando unos vientos despistados que pasaban por allí, dejaron caer casi todas sus hojas.
Los remolinos se vieron tan desbordados de trabajo que, agotados, se declararon en huelga, depositaron todas las hojas en el suelo y se fueron a tomar viento.
Costaba caminar.
La capa crujiente de hojas llegaba hasta las rodillas; en algunos rincones incluso hasta el pecho. Algún niño se perdió debajo...
... y alguna hormiga perdió la chaveta.
Concretamente una a la que, con tanto cambio climático, tanta hoja y tanto aire, se le fue tanto la perola que creyó que era un cigarra, dejó el trabajo, se volvió alegre y desprendida y se puso a tocar el violín.
La locura le sobrevino la noche de la fuga de los remolinos en huelga, en un momento en el que la pobre estaba haciendo inventario de migas de pan. En su huida, un pequeño tornado empujó sin querer a una colilla que se coló por la ventana y aterrizó en medio del salón.
El flechazo fue instantáneo.
Tan enamorada estaba que jamás volvió a separarse del consumido cigarrillo, a pesar de que éste, por su condición de ser inanimado, nunca le hizo demasiado caso. Ya se sabe que hay mucho tabaco "desaborío".
La pareja fue muy pobre. Él estaba ya muy quemado y a las hormigas no se les da demasiado bien lo de tocar el violín.
Tuvo una aventura. Siempre le produjo desazón la duda de si se había convertido en cigarra o cigarrilla, situación que, unida a la falta de cariño de su compañero, la arrojó en brazos de un cigarro puro. Pero la infidelidad no prosperó.
Y colorín colorido, fin.
La hormiga "Cigarrilla".